Estructura del mal gusto

El mal gusto, todo el mundo sabe perfectamente lo que es, y nadie teme individualizarlo y predicarlo, pero nadie es capaz de definirlo. Y tan difícil resulta dar una definición de él para que establecerla se recurre no a un paradigma, sino al juicio de los expertos: personas de gusto sobre cuyo comportamiento se establece en las bases para definir de manera precisa y determinada los ámbitos de las costumbres.

El mal gusto se caracteriza por una ausencia de medida, y quizás puedan establecerse las reglas de dicha medida, admitiendo que varían según las épocas y la cultura.

La cultura alemana ha elaborado con mayor esfuerzo una definición de este fenómeno, y lo ha resumido en una categoría, el Kitsch.

Kitsch

El Kitsch se nos presenta como una forma de mentira artística, como dice Hermann Broch: "un mal en el sistema de valores del arte... La maldad que supone una general falsificación de la vida".
Otro autor llamado Killy habla de este concepto como un típico logro de origen pequeñoburgués, medio de fácil reafirmación cultural para un público que cree gozar sólo de una imitación secundaria de la fuerza primaria de las imágenes.
En determinadas sociedades, el arte se integra de modo tan profundo en la vida cotidiana, que su función primaria consiste en estimular determinadas reacciones, lúdicas, religiosas, eróticas y en segunda instancia evaluar hasta que punto bien, pero la función primaria sigue siendo el estímulo de los efectos.
Este estímulo de efecto convierte en Kitsch en un contexto cultural donde el arte sea considerado no como técnica inherente a una serie de operaciones diversas, sino como forma de conocimiento, operada mediante una formatividad en sí misma, que permita una contemplación desinteresada.

Si se admite que una definición del Kitsch podría ser comunicación que tiende a la provocación del efecto, la industria de la cultura, destinada a una masa de consumidores genérica, en gran parte extraña a la complejidad de la vida cultural especializada, se ve obligada a vender "efectos ya confeccionados" a preescribir con el producto las condiciones de utilización y en el mensaje ya con las reacciones que debe provocar.

Mientras que la cultura media y popular, no vende ya obras de arte, sino sus efectos, los artistas se sienten impulsados por reacción a insistir en el polo opuesto: el efecto de la imitación.

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